El dr. Ignacio Jáuregui, psiquiatra y psicólogo de la Fundación APE y profesor de nutrición, vuelve a colaborar con la Copa COVAP una edición más, con el objetivo de mostrar esa parte relacionada con la psicología y la salud mental de los hábitos saludables que promovemos desde esta iniciativa educativa y deportiva única en Andalucía. En esta interesante entrevista, Jáuregui aborda la repercusión del deporte en el ámbito de la psicología, la relación existente entre buena alimentación y salud mental o el papel de la familia a la hora de adquirir nuevos hábitos alimentarios y deportivos de los niños, entre otros aspectos. ¡Léela a continuación!
¿Cómo cree que afecta la alimentación a la salud mental y la estabilidad emocional en etapas infantiles?
En la infancia se produce un desarrollo importante del cerebro, en su estructura y funcionamiento. De ello deriva que una ‘mala alimentación’, con falta de aporte energético adecuado y especialmente de ciertos micronutrientes, influya directamente en dicho desarrollo y, consecuentemente, en el equilibrio psicológico.
¿Cómo repercute el deporte en la salud mental?
El deporte, practicado regularmente, facilita el desarrollo del cerebro al que hemos hecho referencia y, por ello, contribuye a una mejor salud mental. Las especiales connotaciones que cada deporte tenga contribuirá a un mejor desarrollo de ciertas capacidades y asimismo al fomento de estrategias de afrontamiento de problemas y emociones que redundarán en un mayor equilibrio psicofísico.
En España actualmente, existe entre un 30% y un 40% de menores de 10 años con sobrepeso u obesidad, ¿qué recomendación daría para que adquieran hábitos saludables respecto a la alimentación y al deporte?
El problema fundamental no radica tanto en los niños y niñas, sino más bien en las familias. La educación ‘primordial’, la esencial, la de los primeros años, es de competencia fundamentalmente familiar. No cabe delegar, no cabe externalizar algo que ha de ser intrafamiliar. En concreto la alimentación de los primeros años es clave, y no cabe ‘dar de comer’, sino que es preciso educar la alimentación de los hijos e hijas. A la par, desde la escuela deben fomentarse estos hábitos saludables, dando a la educación física la importancia que tiene.
¿Cree que se debería impulsar en mayor medida los hábitos saludables en las etapas regladas de la enseñanza?
Indudablemente sí, pero hay que matizar: ¿a qué nos referimos con ‘hábitos saludables’? En la actualidad, en concreto en el prisma de la alimentación, se está equiparando desde muchos ámbitos, ‘saludable’ con ‘selectivo-restrictivo’ y con ‘permitido’ versus ‘prohibido’. Creo que es un error. Como también hay que educar en el sentido de que hacer ejercicio no pasa forzosamente por ‘ir al gimnasio’.
¿Qué alimentos son los más beneficiosos en el desarrollo de los jóvenes?
Todos, cada uno en su justa medida y proporción, ajustándose a las necesidades de cada situación vital, fisiológica o patológica. Sin prohibiciones y, sobre todo, sin generar obsesiones alimentarias que no conducen más que a lograr efectos perniciosos a medio y largo plazo.
Cada día asistimos a más casos de jóvenes con ansiedad, depresión y otros problemas de salud mental. ¿Cree que los hábitos que llevan actualmente los jóvenes pueden incidir en su calidad de vida?
Sin duda, es algo que está sucediendo actualmente. No se puede culpar de la oleada de problemas psicológicos a una invasión marciana. La vida que llevamos, de un tipo u otro, produce resultados, recogemos lo que sembramos. Los hábitos de ingesta de alcohol y otras sustancias, una concepción hedónica de la existencia, la necesidad de gratificaciones inmediatas, etc., está conduciendo a un gran vacío en muchos jóvenes. No hay más que mirar a las cifras que nos hablan de suicidio.
¿Qué papel tiene la familia a la hora de adquirir nuevos hábitos alimentarios y deportivos de los niños?
La familia debería ser la protagonista en este sentido aunque, por la deriva social, desde hace años ha pasado a ser un actor bastante secundario. Se le adelantan los medios, las redes sociales, el grupo de iguales, las modas… Deben retomar el protagonismo y ello pasa por volver a ser padres y madres en lugar de ‘amiguetes’.
¿Qué actividades son las más adecuadas para la adaptación a estos nuevos hábitos?
Educación. Eso implica dedicación, estar con los hijos e hijas, pasar más tiempo con ellos. Hay que buscarlo y dedicarlo. No se trata de enseñar a comer a un niño poniéndole dibujos animados en una tablet. Eso es entretener, no educar.
En ocasiones los más jóvenes quieren realizar un cambio de hábitos, pero no se ven respaldados por su círculo más cercano. A nivel emocional, ¿cómo afecta a un niño el no tener apoyo a la hora de querer cambiar de hábitos?
En primer lugar hay que ver de qué cambio se trata. No siempre el cambio significa ‘mejorar’, a veces no se trata de eso precisamente. Hay que analizar el porqué: ¿por qué quiere cambiar de hábitos? ¿Se trata de mejorar, imitar, seguir una moda…? Antes de hablar de ‘prestar apoyo’ hay que establecer en qué vamos a apoyar y para qué exactamente.