El refranero popular es tan sabio que lleva años y años advirtiéndonoslo: “Hasta el 40 de mayo no te quites el sayo”. Luego pasa lo que pasa, y el calor nos engaña antes de tiempo, nos confiamos y vienen los resfriados, las quemaduras en la piel, los dolores de cabeza y de huesos e incluso las alteraciones de humor.
Para evitar que los cambios bruscos de temperatura que conlleva la llegada del buen tiempo nos jueguen una mala pasada es imprescindible extremar las precauciones y no aventurarnos a cambiar demasiado pronto nuestras costumbres y actividades por las del verano.
El buen tiempo y el calor inesperado requieren aumentar la hidratación, sobre todo en los más pequeños. Zumos, frutas (como fresas, sandía o melón) y, por supuesto, el agua, han de convertirse estos días en nuestros grandes aliados. Pero no sólo es importante cuidar la hidratación interna; nuestra piel sufre con la exposición a un sol que calienta y quema más, por lo que es necesario usar protección solar y hasta gorras o sombreros si vamos a pasar mucho tiempo al aire libre.
Las alergias son las otras de las grandes protagonistas de esta época del año junto a los resfriados. Conocer si padeces alguna y tratarla adecuadamente te evitará ese picor permanente de nariz y esos ojos llorosos que, aunque no sepas muy bien su procedencia, es obvio que te están molestando.
La inestabilidad meteorológica también propicia modificaciones del estado de ánimo, lo que afecta a la serotonina, uno de los neurotransmisores más directamente relacionados con la cefalea. Esta molestia se suele potenciar por el exceso diario de luz, que actúa como un estimulante cerebral que provoca que estemos más despiertos, más revolucionados y más alterados.
Y, como dicen las abuelas, no destierres del todo los jerseys y ropa de abrigo de tu armario, ya que muy posiblemente nos quedan aún algunos días en los que frío nos pillará por sorpresa y no queremos que se transformen en un resfriado, ¿verdad?