Quizá nuestras madres exageraban con el tiempo que debíamos esperar haciendo la digestión antes de volver a bañarnos en la playa o la piscina, pero sí que sabían muy bien que el verano requiere tener una especial atención con los más pequeños. Y es que el sol y el calor pueden llegar a ser dos peligrosos enemigos estos días si no sabemos actuar correctamente ante ellos.
El calor y la sudoración nos deshidrata. Este efecto es más poderoso sobre los niños y los ancianos, por lo que es imprescindible elevar el consumo de agua a cerca de los tres litros diarios, especialmente si practicamos algún tipo de deporte o actividad física. En este sentido, es importante que estos meses mantengamos nuestra rutina de ejercicios y que aprovechemos para practicar deportes al aire libre en familia y con amigos. La única precaución en este sentido debe ser la deevitar las horas más calurosas (entre las 12 del mediodía y las 4 de la tarde) para no elevar demasiado nuestro calor corporal.
La alimentación es, sin duda, uno de los aspectos que más cambian cuando estamos de vacaciones. Salimos más a comer fuera, tenemos unos horarios mucho más relajados y tendemos a permitirnos más alimentos poco saludables. El verano es una estación maravillosa para aprovechar las ricas frutas de temporada como la sandía o el melón que, además de estar buenísimas, proporcionan a nuestro organismo vitaminas y un extra de agua, así como los pescados azules (sardinas, boquerones…), con un alto contenido en ácidos grasos omega 3 que, además de múltiples beneficios, mejoran la salud de nuestra piel. Y al igual que durante el resto del año, mucho mejor si evitamos las comidas copiosas que requieren unas digestiones mucho más pesadas con las que aumenta nuestro calor corporal.
Durante el día, y especialmente si vamos a la playa o la piscina, los niños deben estar protegidos con un filtro solar adecuado y nunca menor del factor 30, según recomienda la Asociación Española de Pediatría. Así, es aconsejable aplicar la crema unos 30 minutos antes de salir al aire libre sin olvidarnos de zonas como las orejas, la nariz o los empeines, que suelen quemarse con mucha facilidad, y repetir con frecuencia. Además, tenderemos a buscar las sombras, ya sea de una sombrilla, de una carpa o de un árbol, para aliviar en gran parte la sensación global de sofoco.
El vestuario en esta época del año cobra especial importancia, ya que debemos apostar mejor por ropa de colores claros y tejidos más frescos y ligeros que no aprieten y que permitan libertad de movimientos. Si, además, usamos un sombrero o una gorra, nos aseguraremos de proteger el rostro y evitaremos dolores de cabeza por una larga exposición al sol.