La dieta mediterránea no es sólo una manera de alimentarse, es una forma de vivir. En ella se aúnan alimentos de la agricultura y ganadería local, recetas tradicionales, un estilo propio de cocinar y las costumbres mediterráneas a la hora de sentarse y disfrutar de la mesa.
Nuestra reconocida dieta se basa en un alto consumo de frutas, legumbres y verduras; pan y cereales como el trigo; y, por supuesto, el aceite de oliva como estrella absoluta en la mayoría de los platos.
Históricamente, el aceite de oliva ha estado ligado a los países mediterráneos, del que España es el mayor productor mundial. El aceite de oliva virgen extra tiene numerosos beneficios para la salud, contiene grandes cantidades de grasas monoinsaturadas, ácido oleico y vitamina E, todos ellos componentes que ayudan a reducir el riesgo de padecer enfermedades coronarias.
Además, este aceite vegetal podría retrasar o impedir el deterioro mental, ayuda a fortalecer el sistema inmunológico por su alto poder antioxidante, disminuye la presión arterial y aumenta los niveles de colesterol bueno, mientras que estimula la eliminación del malo. Es también un gran aliado contra la diabetes.
La dieta mediterránea estima a las verduras, hortalizas y frutas como principal fuente de vitaminas, minerales y fibra. El pan y los alimentos procedentes de los cereales son indispensables por su rica composición en carbohidratos, mientras que los lácteos son fuente de proteínas, minerales y vitaminas. Por otro lado, esta dieta contiene pescado en abundancia, y carne roja y huevos con moderación.
En cuanto al ejercicio físico, los países mediterráneos tienen la ventaja de su buen clima, por lo que durante todo el año se puede hacer deporte al aire libre. Mantenerse activo físicamente es tan importante como una alimentación saludable para conservar una buena salud.
¿Sigues la dieta mediterránea en casa?