Al igual que se educa en alimentación saludable a los niños, es necesario enseñar el hábito de la hidratación. Cuando la sensación de sed aparece, significa que ya existe una ligera deshidratación, por lo que se debe beber agua antes de sentir esta necesidad.
Con este calor veraniego, y en especial cuando se hace ejercicio, se pierde más cantidad de agua que nunca a través del sudor. Por eso, en verano resulta de vital importancia mantener una hidratación adecuada para evitar que los pequeños se deshidraten en los momentos de piscina, de playa o durante la práctica de actividad física.
La tasa de agua en el organismo influye tanto en el rendimiento físico como en el cognitivo. Al practicar ejercicio los músculos queman energía produciendo calor, por lo que los líquidos son necesarios para mantener la temperatura corporal. Cuando se produce la deshidratación, el volumen de sangre en circulación disminuye, lo que implica menos nutrientes y oxígeno para el cerebro, y esto se puede traducir en dolores de cabeza, vista cansada y falta de concentración.
¿Cómo educamos la sed de los niños? Lo principal es anticiparse a esta sensación, repartiendo el consumo de líquidos a lo largo de todo el día y enseñándoles a beber durante la jornada de forma continuada.
También es necesario comprender que el aporte de agua puede provenir de diferentes fuentes como son los zumos, la leche e incluso algunos alimentos sólidos. Las bebidas y el agua suponen entre un 70% y un 80% de este aporte diario, pero la cantidad restante se puede conseguir con el consumo de frutas y verduras, alimentos ricos en agua.
Los más recomendables son el pimiento, el pepino, el tomate, la lechuga, la sandía y el melón, por ser fuentes de vitaminas y minerales, y sobre todo, por su contenido de más de 90 gramos de agua por cada 100 de parte comestible.
¡Este verano cuida más que nunca la hidratación de los peques!