La Semana Santa es una de las celebraciones más arraigadas en nuestro país y conocerla supone entrar en un mundo de ritos y costumbres por descubrir que han evolucionado de forma diferente en cada región de España. Desde la gastronomía a la forma de vestir, estos días santos cuentan con historias y tradiciones propias. ¿Las conoces? Te contamos algunas curiosidades.
Para empezar, la Semana Santa no tiene una fecha fija. Desde el Concilio de Nicea en el año 325, se decidió que la Pascua de Resurrección se celebrase el domingo después a la primera luna llena que siguiera al equinoccio de primavera. Esa razón un tanto enrevesada es la que nos permite disfrutar de luna llena en las procesiones.
Los pasos que se sacan a la calle durante estos días son auténticas obras de arte de la imaginería española y llevan el sello inconfundible de algunos de los artistas más importantes de este país desde el siglo XVI hasta la actualidad. Y pese a que cada ciudad tiene sus imágenes y sus tradiciones propias, algunos pasos como la borriquilla del Domingo de Ramos para conmemorar el regreso de Jesucristo a Jerusalén, el Cristo crucificado del Viernes Santo o las Vírgenes de Miércoles y Jueves Santo son una constante de todas las Semanas Santas y salen por las calles de toda España.
Lo de los nazarenos es otra cuestión. A comienzos de la Inquisición, a las personas que estaban castigadas por motivos religiosos se les imponía la obligación de usar como penitencia un cucurucho de cartón sobre la cabeza y una tela que les cubriese el pecho y la espalda. De esta forma se decía que gracias a la forma puntiaguda el penitente estaba más cerca del cielo. La costumbre se extendió tanto que hoy es imposible pensar en una procesión sin penitentes.
También se empezó a extender en el siglo XIX la costumbre de cantar saetas, primero a modo de oración y más tarde como un poema, al paso de las imágenes. Desde entonces, algunas de las mejores voces como Manolo Caracol, La Niña de los Peines o Estrella Morente, no se han podido resistir a interpretar saetas desde los balcones.
Si hay todo un mundo aparte dentro de la Semana Santa, sin duda este es el de la gastronomía. Torrijas, pestiños, roscos, mostachones, ochíos y monas de Pascua son los protagonistas estos días en la mesa.
Dicen que las torrijas nacieron en la Edad Media para aprovechar el pan que sobraba, aunque algunos van más allá y hablan de que el pan simboliza el cuerpo muerto de Cristo, que necesita pasar por baños en leche, huevo y aceite caliente para resucitar y convertirse en un dulce exquisito.
Y si de sentidos se trata, el olfato se puede llenar estos días con los aromas a incienso y azahar, la mejor pista de que la Semana Santa ya se siente en la calle.