Una alimentación rica y equilibraba es la clave para una vida sana. Coincidiendo con la celebración del Día Mundial de la Salud, os recordamos la importancia de mantener unos hábitos alimenticios saludables desde la infancia, momento en el que nuestro organismo está en pleno crecimiento y necesita máxima energía.
Un niño que come bien de pequeño será un adulto responsable con su alimentación y será mucho más difícil que desarrolle en el futuro enfermedades de tipo cardiovascular u obesidad.
La alimentación en la infancia debe ser muy variada, incluyendo alimentos de cada grupo: leche y derivados, carne, huevos, pescado, patatas, legumbres, frutos secos, verduras y hortalizas, fruta, pan, pasta, cereales y azúcares. Además, es imprescindible incluir en la dieta de los niños todos aquellos alimentos que proporcionen al organismo las vitaminas, los minerales y la fibra que les ayudarán a crecer de forma saludable.
Las necesidades alimenticias de los niños son mucho más exigentes que las de los adultos, ya que es un grupo de población con alto riesgo de sufrir malnutrición cuando existen carencias nutricionales, además de deshidratación y alteraciones digestivas.
Sabemos lo difícil que es en ocasiones conseguir que los niños se coman todo lo que cocinamos. Los colores, los sabores, las texturas… dificultan que los niños se acerquen a las verduras y al pescado igual que lo hacen con los dulces. Por eso, los padres deben intentar acostumbrar cuanto antes a los pequeños a probar nuevos sabores y a jugar con los alimentos; eso ayudará a que vivan el proceso de una forma natural y a que, poco a poco, lo asimilen a su dieta de forma espontánea.
Una alimentación sana mejora no sólo la salud de los más pequeños, sino que potencia su rendimiento físico e intelectual. Para comer mejor es necesario gastar todo lo que acumulamos: jugar al aire libre y hacer deporte con asiduidad. Combinada con la práctica regular de deporte, la alimentación es el pilar básico para un adecuado crecimiento.