En las películas es una escena recurrente: un padre o una madre leyendo un cuento a su hijo hasta que el pequeño se queda plácidamente dormido. Una rutina que todos, en mayor o menor medida, hemos vivido cuando éramos niños y que deberíamos perpetuar con nuestra descendencia.
‘La Sirenita’, ‘El libro de la Selva’, ‘Daniel el Travieso’, ‘Manolito Gafotas’ o ‘Los Recreos del pequeño Nicolás’ son sólo alguno de los títulos que nos hacen esbozar una sonrisa cuando recordamos las historias que ellos encierran.
Por ello, podemos empezar leyéndoles nosotros un cuento y así iremos creando un hábito tan sano como enriquecedor. Cuando se vayan haciendo mayores, se habrán acostumbrados a leer antes de dormir. Y las historias irán abriendo ventanas a la imaginación.
A través de los libros descubrirán nuevos mundos, conocerán a personajes entrañables e irán asimilando sin darse cuenta todos los valores que contienen sus páginas.
Existen otras muchas actividades que podemos realizar con ellos para incentivar su intelecto. Un par de horas a la semanacambiamos la consola por el estuche de ceras de colores o témperas. Sacamos un folio, una cartulina o simplemente un cuaderno y nos ponemos a pintar con ellos.
También podemos cantar canciones de ayer, hoy y siempre o tocar con ellos algún instrumento. Además de pasar un rato muy divertido, contribuiremos a desarrollar su faceta más artística. ¡Nunca se sabe! Quizás tengamos a un escritor, un pintor o músico en ciernes. Aunque lo verdaderamente importante es disfrutar con ellos y dejar volar la creatividad de nuestros pequeños.